Este no es
un cuento, es un retrato. Pensando bien en lo que me preparo a escribir este,
la verdad, no es un bosquejo, es una descripción; mentira, es un cuento.
Difieren, si me permiten empezar por una reflexión, los cuentos, de los
retratos, de los bosquejos, de las descripciones en un detalle. Los cuentos,
los retratos, los bosquejos y las descripciones, no sólo se distinguen por su
naturaleza misma, puesto que un cuento, un retrato, un bosquejo y una
descripción, presentan evidentes divergencias en su caracterización semántica.
Los cuentos, los retratos, los bosquejos y las descripciones presentan,
viéndolo más de cerca, una particularidad que los une a todos.
Por ejemplo
si me preparo a escribir este cuento, es porque al mismo tiempo ni es el retrato,
ni es el bosquejo, ni es la descripción de una mujer, y la razón por la cual
elegí el cuento como forma de mostrar a esta mujer, es porque el cuento
introduce el tiempo. Ni el retrato, ni el bosquejo, ni la descripción de una
mujer desnudan a una mujer como sí la desnuda el cuento. El cuento como forma
de expresión no sólo se concentra en el sentimiento que una mujer desnuda
provoca y en provocar ese sentimiento a quien reciba la creación, lo que puede
perfectamente lograr y con mucho mayor precisión el retrato, el bosquejo y la
descripción. El cuento, este cuento, se propone mostrar el relato, sí, este no
es un cuento es un relato, porque este cuento pretende mostrar, la verdad, un
acto de osmosis.
Los relatos
mantienen una relación libertina con el tiempo, porque, para no tener que
respetarlo, se permiten empezar por lo esencial. Lo esencial de este relato, la
verdad, es que finge la realidad, para llegar a lo esencial. Así pues este
cuento es mentira, este cuento nunca ocurrió como se los voy a presentar, sobre
todo no en el orden en el que se los voy a presentar. Este es un relato que
deforma tanto lo realmente ocurrido para llegar a lo esencial, que finalmente
ni muestra la realidad ni refleja lo ocurrido. Este es el cuento de Carla, esta
es la descripción de Arturo.
El relato la
verdad, nunca empieza realmente. El relato termina cuando sentado delante de
una computadora, Arturo se dio cuenta que de tanto escuchar a Carla, terminó
por quererla. El problema del tiempo, es que no tiene fin, razón por la cual el
fin de un relato no es el fin de una historia. Todos aquellos que pretendan que
este cuento, este relato, empiece y acabe es porque no han entendido que el
relato es un recorte de tiempo que sin tener sentido cuenta lo esencial; cuenta
lo esencial porque el tiempo tiene otra calidad fundamental, no tiene vuelta
atrás. Un cuento, por su calidad ontológica que pretende distender el tiempo
para la presentación de un evento, por la razón misma que utiliza el tiempo ni
tiene fin, ni tiene vuelta atrás. Todo inicio es arbitrario razón por la cual
empezaré por un beso.
Un beso lo
explica todo. Los besos no tienen capacidades explicativas per se. Los besos
son simplemente excusas para explicar un encuentro. Este beso, en el 5ème
arrondissement de Paris, ocurrió de la siguiente forma. Arturo, en vías de
enamorarse la besó, Carla enrumbada en los mismos caminos aceptó el beso.
Arturo, inexperto, le dijo “que besos dulces”; Carla le respondió “los dulces
dan caries”. Arturo se rió.
Los besos a
Arturo lo ponían nervioso. Los besos a Carla le hablaban. En un beso Carla
medía si la persona era interesante. A Carla le gustaba la gente interesante. A
Arturo le gustaban las mujeres inteligentes. Los besos lo ponían nervioso a
Arturo porque se sentía juzgado en cada beso. Esto venía del hecho que vivía de
la ilusión, auto-realizadora, que solo le gustaban las mujeres inteligentes y
que por alguna característica particular, las mujeres inteligentes, así pensaba.
lo juzgaban a cada beso. A Arturo finalmente lo ponían nerviosos los besos, a
Carla los besos la ponían reflexiva. Con la respuesta de Carla, Arturo quedó
convencido que era una mujer inteligente, con la risa de Arturo, Carla quedó
convencida que era un hombre interesante.
No era el
primer hombre interesante que Carla conocía, así como tampoco, Carla, era la
primera mujer inteligente que Arturo besaba. Este no es un relato de primeras
veces, porque en el fondo la primera vez parte de la ilusión que los cuentos
comienzan y terminan. El tiempo no funciona así. Cuando el tiempo pasa, borra
las primeras veces, cargando de poesía las pequeñas cosas. No fue ni siquiera
el primer beso de Carla con Arturo, no fue el beso más impactante, si beso más
impactante hubo, que Arturo le diera a Carla, o que Carla le diera a Arturo, o
que se les ocurriera juntos. Este beso como cada beso que Carla le daba a
Arturo, o que Arturo recibía de Carla, o que finalmente pensaban juntos y se
robaban unívocamente, no hizo nada más que lo que los otros besos hacían en
Carla. En este beso Carla reeditó el sentimiento de que Arturo era interesante;
Arturo, que Carla era inteligente.
Para quien
les está transponiendo estos eventos intentando significarlos, todavía es
misteriosa la razón por la cual, de los besos de Arturo en los que Carla leía
que era un hombre interesante, y de los besos de Carla en los que Arturo sentía
que era una mujer inteligente, se desprendió poco a poco la convicción que la
suma de estas sensaciones, para Carla el continuo interés que tenía por Arturo,
para Arturo la presente evidencia de la inteligencia de Carla; provocando por
su continuidad en el tiempo, la idea en Arturo que no eran solo los besos de
Carla que denotaban su inteligencia así como en Carla la idea según la cual no
solo los besos de Arturo revelaban su interés. El tiempo pasado besándose, con
la discontinuidad regular con la que Carla y Arturo se besaban en los labios
sintiendo, Carla, que le interesaba Arturo, Arturo, que Carla era brillante,
los condujo a darse cuenta, que finalmente, Carla pensaba que Arturo era
interesante, Arturo que Carla era brillante. A Carla le gustaban los hombres
interesantes, a Arturo las mujeres inteligentes. No tomó mucho tiempo hasta que
se dieran cuenta simultáneamente que estaban enamorados.