Muerte mil veces muerte, o vida mil veces vida, o música mil veces música -forma de tortura muy en boga-, en fin, piedras, a quién no reconozca en la normalidad la más clara de las contradicciones. Crónicas ordinarias no porque terminarán siendo vulgares, ordinarias porque serán soeces.
Crónicas de un caraqueño porque seguramente no vuelva a Caracas de aquí a poco. Cuento de una vida en el mundo en realidades microscópicas, narrando mis brincos de país a país en los que haga amigos que duerman cuando coma y que ronquen cuando, en fin, cuando susurre palabras de amor en los oídos de la mujer, u hombre de turno; seamos abiertos.
Por ello declaro el fin de lo correcto, la total aniquilación de lo sensato y porque nada es perfecto todo esto será llevado a cabo con un estilo impropio de quién escribe este manifiesto. Por ello les ruego vean este blog como lo que es.
Primero un tributo, al hombre más atípico. Aquel que me dijera alguna vez que mi estilo era potable y que marcó las crónicas de sus pasos bogotanos con un título que se asemeja al de este modesto blog. Quinto a la locura y a las demás extravagancias. Decimonoveno, a la leche condensada. Quincuagésimo sexto un epíteto de mi persona. Sexagésimo noveno, tenía que hacerlo. La segunda y más importante de las cosas, un himno a todo aquello que por ganas de reír vituperaron, que por ganas de llorar lanzaron al pozo de los recuerdos y que por ganas de explotar nunca se permitieron sacar de sus entrañas o no pudieron. Las otras razones por ser ni francas ni evidentes, no tenían cabida en esta nota introductoria.
¡Cuelguen traidores! aunque poco les recomiendo esto último, pues sello y firmo con lo indicado, mi fecha de muerte. Si algo puedo prometerles es serles infiel, vendido y póstumo. Esto último porque de mi no se sabrá nada hasta que me extinga, día en el que el azar hará que la más plausible de las versiones sea grabada. Ese día recuerden con cuanta fuerza fueron engañados, con cuán poca regularidad fue mantenida esta página, con cuan escasas metáforas e hipérboles fueron arrullados. Ese día les ruego siéntanse perros, que lo único que habré logrado es morir para valer unas quince veces mi precio en oro.
Suyo, o no tanto,
No hay comentarios:
Publicar un comentario