Soy el hombre de los labios de nácar, mis ojos brillan de fuego. Mis pupilas son negras, mis pestañas son negras, mis uñas son negras, mi piel es negra como el azabache; soy mulato nacido, soy oscuro escondido. Vivo de noche, vivo dormido. Sombra me dicen algunos, papito me dicen los míos: las mías diría mi padre, aunque no lo haya conocido. Mis besos besan de blanco que así yo lo he aprendido, con las mujeres que caen entre mis brazos dormidos. Sabroso que se me duermen, duermen muertas de frío, duermen sonriendo de miedo, duermen gimiendo de hastío.
Mis trenzas son verdes de agua, azules de agua de río, son rojas de tierra con frío; son rojas de sangre con el hambre de las mujeres que ríen conmigo. Mis pies son plateados de luna, son morados de frío, son rasgados de vida, rasgados de asfalto, rasgados de vidrios. Por mis venas corre el silencio, de eso que yo he vivido, corre el aullido en la noche de los que visto con frío. Mis nudillos sudan las venas del que me vio dormido, del que me perló la cara de rojo líquido vivo. Su vida sabor de hierro, se entregó en un chasquido del que me robó mi casa que es el puente del rio. Esta noche es sin sueño, que vienen los hombres vestidos, cuando se adornan los puentes, de perlas del que ha vivido.
Sobre mis labios en fuego, rieron los grandes erguidos, mientras mis brazos púberos, se desvirgaron en un latido. La sangre siempre brota, siempre se quedan dormidos: los hombres escupen de blanco, las mujeres lloran de frio. El vidrio baña mis ojos, que brillan como prendidos, como prendidos de miedo del que se ha defendido. Acuño en mi pared de mármol la marca del que ha sido, mientras escurro las perlas del que ha muerto de frío. Si es hombre, beso su frente, si es mujer la llevo con migo, la limpio, la baño y la entierro, como yo lo he aprendido; besos sus labios sin aire, que sonríen conmigo, que ríen mientras se pierden, por los torrentes del río.
Mis piernas son escarlatas de los recuerdos del río, de los hombres injustos, de las mujeres sin frío. Mis labios corren con prisa, quieren quedarse dormidos, pero dormidos muy lejos, lejísimo del río. La noche despierta temprano, cuando me encuentran dormido: mis labios llenos del nácar del que quería a su amigo. Besó mi frente, mi boca, mis pies y mi ombligo, luego adorno su cara de las perlas de mi tío que robó de mis piernas abiertas con un cuchillo; baño su rostro de las perlas de mi madre, de las perlas de mi amigo, de las perlas de mi amante, de las perlas de su prima, de las perlas de su padre, que se fue a vivir al río, cuando lo botaron a palos por ser un hombre bandido; sus manos pintaron mi rostro con un poco de agua de río, que despertó en mis piernas el último chorro de frío.
El alba bañó mis labios de los matices del río, que al despertar bosteza, en torrentes de rojo vivo. Las perlas bailan conmigo, mientras me lleno de frío y mis piernas deshechas acompañan, al río bravío. Mi cuerpo se volvió cuña en los recuerdos del vivo y mis recuerdos murieron con los colores del río.
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